El canal de Suez y el tren llenaron Novelda de edificios modernistas

La ciudad alicantina forma parte de una ruta europea dedicada a ese movimiento

Inspirado en el capítulo del libro Modernismo en Novelda (Publicacions de la Universitat d’Alacant, 2019), dedicado al «Contexto Histórico y surgimiento de una burguesía comercial (1882-1918)» de David Beltrá Torregrosa y Verónica Quiles

La Vanguardia

Precisamente proyecto explorarla, empezando por el Centro Cultural Gómez Tortosa (c/ Mayor, 6), una de las joyas locales… a pesar de su exterior un poco anodino. El edificio lo construyó el cosechero José Rizo en 1879 para su uso como vivienda familiar.

Ferrocarril del Mediterráneo

En Novelda la prosperidad llegó sobre raíles. Uno de los sectores beneficiados fue el vitivinícola

 

 

Dos décadas antes, en 1858, el Ferrocarril del Mediterráneo había llegado al núcleo, que de ese modo tuvo comunicación fluida con Madrid y con el puerto de Alicante. Hasta entonces, las diligencias tardaban siete días entre esas dos capitales; el primer ferrocarril acortó el trayecto a solo 17 horas.

Novelda se benefició de ese adelanto. La prosperidad llegó sobre raíles. Uno de los sectores beneficiados fue, precisamente, el vitivinícola, que así pudo exportar grandes volúmenes de vino Monastrell a una Francia sedienta a causa de la plaga de la filoxera.

Traspasar el umbral del Centro Cultural Gómez Tortosa es adentrarse en un universo inimaginable desde la calle. Ese deseo de discreción fue un anhelo de la burguesía local, que, en cambio, echó el resto en los interiores. Ahí afloran todas las audacias estructurales y ornamentales que habían admirado en sus viajes a VienaBerlín, París o Bruselas: escaleras en espiral y sus barandillas, estucados en las paredes, vidrieras, rejerías…

Llegados a este punto, me permitirán que introduzca a una mujer de rompe y rasga: Antonia Navarro Mira, la Pichocha, una hija de empresario que enviudó joven, cuando todavía tenía hijos pequeños bajo su responsabilidad. Cualquiera se hubiera acobardado ante la situación; ella, no. Al contrario, asumió la dirección de los negocios familiares con criterio certero y con un cuchillo en la boca. Perteneció a ese tipo de capitalistas que no hacen prisioneros entre los competidores.

A partir de la década de 1880

Empresas noveldenses instalaron delegaciones y sucursales en puertos asiáticos gracias al azafrán

La prosperidad familiar procedía del comercio del azafrán, y aumentó gracias a la inauguración del canal de Suez en 1869. La planta se cultivaba en La Mancha, Aragón y el interior de Valencia, pero la manipulación y el envasado de los estigmas de la flor se concentraban en Novelda. Allí, manos de mujer introducían la especia en unas latas decoradas con exotismo, que luego se vendían por medio mundo.

Los mercados mayores eran entonces la India, China y Japón. Ese comercio había sido un monopolio tradicional de británicos y franceses, hasta que la nueva vía de comunicación abrió posibilidades diferentes. A partir de la década de 1880, empresas noveldenses instalaron delegaciones y sucursales en varios puertos asiáticos, sobre todo en Bombay (India).

La iniciativa funcionó, los beneficios aumentaron. Para que se hagan una idea, el año 1904, Antonia Navarro Mira compró las propiedades que la duquesa de Medina Sidonia tenía en los términos municipales de Novelda, Monóvar y Elda. Pagó una suma astronómica para la época, y lo hizo sin pestañear: 700.000 pesetas. El desembolso orienta sobre su patrimonio. Su propósito era la urbanización de aquellos terrenos. Ya ven que la Pichocha fue una empresaria avispada y emprendedora, capaz de detectar nuevas fuentes de lucro.

Antonia Navarro Mira dirigió a su familia con la misma firmeza que los negocios. Uno de sus designios fue legar una casa a cada una de sus dos hijas. El edificio del actual Centro Cultural Gómez Tortosa lo destinó a la hija mayor, Carmen, después de rehacer el interior de arriba abajo con la ayuda del arquitecto Pedro Cerdán.

Antonia Navarro Mira

El actual Centro Cultural Gómez Tortosa y la Casa Museo Modernista son las casas que donó a sus hijas

El mismo técnico asumió la reforma de la segunda vivienda, esta habitada inicialmente por la misma Antonia, aunque asignada a su hija Luisa en un futuro. Ocupa el número 24 de la calle Mayor, y se ha reconvertido en la Casa Museo Modernista de Novelda.

La vivienda tiene planta baja y dos pisos. La inferior se creó para el uso de la propietaria. Incluye su despacho, una sala de espera para los clientes, un pequeño apartamento con baño, el comedor familiar y una capilla. El primer piso acogió los aposentos de la hija, incluido un gran salón. Y la segunda planta se destinó a los dormitorios y salas de juegos de los nietos.

La casa impresiona por su diversidad cromática y de materiales, ya que los mármoles conviven de manera fluida con maderas o con cerámicas. La omnipresente naturaleza asoma en relieves, pinturas, esculturas, forjas, claraboyas, muebles…

Las flores, quizá la presencia más abundante, resaltan el anhelo modernista de espiritualización de la materia. Lirios adornan diversas puertas acristaladas; crisantemos y hortensias vivifican los tapices del comedor… Las imágenes femeninas también irrumpen en lugares dispares, como el arco que da acceso a la escalera o los medallones de los techos.

Gran actividad urbanística

Los adelantos tecnológicos fueron incesantes: agua potable en fuentes públicas, alumbrado callejero y luz eléctrica

El final del siglo XIX fue un período con una gran vitalidad urbanística en Novelda. La incorporación de los adelantos tecnológicos a la vida cotidiana fue incesante: el agua potable llegó a las fuentes públicas en 1877; el alumbrado de las calles con petróleo se inauguró en 1889; hubo luz eléctrica a partir de 1895…

Esa modernización se hizo con una premisa entre ceja y ceja: la salubridad. El núcleo estaba escarmentado después que una epidemia de cólera diezmara la población en 1884. Esa mortandad explica la construcción de infraestructuras como un nuevo cementerio en las afueras, un mercado de abastos mucho más higiénico o un lavadero público.

El ocio fue otro motor local. Inicialmente se construyó un casino (c/ Emilio Castelar, 23), destinado a las clases más adineradas. Sus primeros socios fueron terratenientes y empresarios, que usaban la instalación tanto para el ocio como para los negocios. El edificio lo proyectó Antonio Puigcerver y se inauguró en 1888.

Reformado diez años después, conserva varios jarrones y más ornamentos que transmiten otro rasgo llamativo del modernismo: la influencia estética del Japón. Esta tuvo su origen en las exposiciones universales de Londres (1851), París (1878 y 1889) o Barcelona (1888), y un estímulo local muy poderoso: la relación mercantil con el archipiélago asiático a través del comercio de azafrán.

En 1901

La vitalidad constructiva de Novelda tuvo consecuencias: la regente María Cristina le concedió la categoría de ‘ciudad’

El ejemplo dado por Antonia Navarro Mira animó a otros capitostes locales a la construcción de viviendas familiares con una estética modernista. Novelda conserva varios de esos inmuebles, todos con interés, como las casas Mira (plaza de San Vicente, 3), Torregrosa i Seller (c/ Sant Roc, 12), Vicente Sala (c/ Jaume II, 30), o el Casal Fester (Replaceta dels Sants Metges, 6), entre otros.

Semejante vitalidad constructiva tuvo diversas consecuencias. Una llamativa es que la regente María Cristina concedió la categoría de «ciudad» a Novelda en 1901; hasta entonces había sido oficialmente un «pueblo».

También impulsó el crecimiento de una serie de oficios. En su didáctico libro Modernismo en Novelda (Publicacions de la Universitat d’Alacant, 2019), Rosanna Arango y Merche Navarro señalan «la aparición de un nutrido grupo de excelentes maestros de obras y equipos de artesanos canteros, herreros y carpinteros que imprimiría un sello de marca a las obras». Cabría sumar una industria de la piedra natural que devendría otro de los motores de la economía local.

Permítanme que acabe este reportaje a 3,5 km del núcleo urbano de Novelda, en el santuario de Santa María Magdalena, consagrado a la patrona de la ciudad. Aquí, la pacatería ornamental brilla por su ausencia, el edificio entra por los ojos.

El templo se construyó entre 1918 y 1946, según un proyecto de José Sala Sala. Aunque natural de Novelda, este residía en Terrassa (Barcelona), e hizo un trabajo muy influido por Antoni Gaudí y el modernismo. De hecho, muchos visitantes perciben un halo de la barcelonesa Sagrada Família en la obra.

La planta del santuario es un trapezoide irregular. Simboliza el recipiente para el bálsamo con que María Magdalena ungió los pies de Jesucristo en casa del fariseo. La fachada principal tiene dos torres laterales con 25 m de altura, culminadas con una cruz también de piedra. La decoración general del exterior combina los cantos rodados del río Vinalopó, los azulejos policromados, ladrillos, la mampostería… Ya ven que es pura exuberancia.

Al igual que el resto de los edificios mencionados en este reportaje, el santuario de Santa María Magdalena forma parte de la Ruta Europea del Modernismo desde 2007. Esta es una asociación formada por gobiernos locales e instituciones no gubernamentales, confabulados para la promoción y la protección del patrimonio modernista.

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