Recreación histórica «2019 IX Olimpiada de Historia«, dirigida por el profesor Rafael Zurita Aldeguer de la Universidad de Alicante en el marco de las IV Jornadas del Grado en Historia de la Universidad de Alicante «Nuevos desafíos y escenarios para la divulgación de la historia»

Del 11 al 15 de marzo en la Facultad de Filosofía y Letras con el objetivo de dar a conocer los nuevos desafíos y escenarios para la divulgación de la Historia.

«Los mitos en la Historia Moderna y Contemporánea de España», dirigido a estudiantes de 1º y 2º curso de Bachillerato, Rama Humanidades y Ciencias Sociales de IES de toda la provincia de Alicante.

Recreación de personajes históricos: Sofonisba Anguissola y Leandro Fernández de Moratín

15 de marzo de 2019. Universidad de Alicante

Leandro Fernández de Moratín y Sofonisba Anguissola por la puerta del Ministerio del Tiempo. Castillo de La Mola, Novelda.

Actores Verónica Quiles López en el papel de Sofonisba Anguissola y Luis Martínez López en el papel de Leandro Fernández de Moratín en la Universidad de Alicante.

Participantes de los diferentes IES de la provincia de Alicante.

Verónica Quiles interpreta a Sofonisba Anguissola (Cremona, 1530 – Génova, 1626)

Perteneciente a una noble familia de Cremona, fue educada en la pintura junto a sus cinco hermanas. Primero, desde 1545 aproximadamente, estudió con Bernardino Campi, y con Bernardino Gatti a partir de 1549. Vasari visitó a la familia y dejó constancia de la preparación de Sofonisba tanto en la pintura como en el dibujo. Destacó en la realización de retratos, llevando a cabo un tipo de representación un tanto informal, en el que a menudo sus modelos desarrollan tareas aparentemente domésticas, acompañados de una serie de objetos que definen en mayor profundidad su personalidad. Ejemplo de ello encontramos en sus numerosos autorretratos en los que Sofonisba aparece leyendo, tocando algún instrumento musical o pintando; todos estos atributos son a la vez representaciones elocuentes de las actividades a las que está sujeto un noble de su rango.

En sus primeras obras, se ha señalado la influencia de su maestro Campi, quien asimismo destacó por sus retratos. De Gatti, sin embargo, se ha hecho derivar la influencia de Correggio, que se dejaría sentir en Cremona a lo largo del siglo. Esta influencia parmesana matiza suavemente el acercamiento veraz a los objetos y materias que realiza Sofonisba, quien además insiste especialmente en el estudio psicológico de los modelos. Su actividad en Cremona también incluye pequeñas obras religiosas, realizadas con el objetivo de satisfacer un tipo de devoción privada. En 1559 fue invitada a la corte de Felipe II gracias a los oficios del duque de Alba y del duque de Sessa, gobernador de Milán. Trasladada a Madrid, ejerció de dama de compañía de la reina Isabel de Valois y continuó realizando retratos. Hacia 1571 se casó con Fabrizio de Moncada, hermano del virrey de Sicilia, adonde se dirigió seguidamente. Tras la muerte de su primer esposo, volvió a contraer matrimonio con el noble genovés Orazio Lomellino, y vivió entre Génova y Palermo. En esta última ciudad la visitó Anton van Dyck en 1624, retratándola en su cuaderno de viaje y anotando una edad de noventa y seis años que no la impedía conservar un genio sutil y ser capaz de discutir todavía sobre la pintura. El retrato de Felipe II (Prado), anteriormente estuvo atribuido a Juan Pantoja de la Cruz, tal y como aparecía inventariado en el Alcázar de Madrid en 1686. Ulteriores apreciaciones estilísticas desaconsejaron esta filiación, señalándose su semejanza con otras obras de la artista de Cremona. Todo ello se afirmó más sólidamente a partir de la exposición que tuvo lugar en el Museo del Prado en 1990, Alonso Sánchez Coello y el retrato en la corte de Felipe II, que dio la oportunidad de realizar un examen técnico de la obra (García López, D. en E.M.N.P., 2006, tomo II, p. 385).

Guión de las doctorando Irene Andreu y Maite Ávila, reescrito por Verónica Quiles tras conocer a su personaje. Para el caso de Luis, lo realizaron los doctorandos Carlos Martos, Adam Abbou y José Carlos Tenorio:

Bienvenidos a la corte, compañeros del Ministerio del Tiempo. Espero que vuestra estancia sea provechosa y paséis una feliz jornada. Pero, recordad, no venís aquí en una simple visita de cortesía, sino que tenéis que ayudar al Ministerio en una misión de vital importancia: a mí me han traído a vuestros tiempos con el objetivo de que me ayudéis a desenmascarar los grandes engaños que se tienen por ciertos sobre algunos acontecimientos históricos durante el reinado de mi rey, Felipe II, desde el cual llevo en su corte desde la victoria en la Batalla de San Quintín contra Francia, donde se acordó el matrimonio con la princesa, Isabel de Valois. Os voy a confesar que no soy española, ya que mientas el Gran Duque de Alba representó a Felipe II en sus esponsales con Isabel de Valois, fui propuesta como dama de compañía de la princesa francesa. Me siento una mujer aventajada a mis tiempos, ya que he tenido una vida placentera, rodeada de comodidades, donde he conocido a muchos aristócratas de las cortes europeas y miembros de la realeza, además de recibir una buena educación, con estudios en Bellas Artes…, algún día os contaré mis mejores relatos. Sé por el Ministerio del Tiempo, que viviré muchos años entre luces y sombras, ya que mi primer marido, Fabrizio de Moncada, hermano del virrey de Sicilia, cayó preso y muerto por una emboscada de los piratas. Y en la corte de Madrid, tuve privilegios propios de una noble. Pero vuestro cometido es identificar y destapar la mala prensa de este periodo histórico. ¿Podréis conseguirlo?

Antes de viajar en el tiempo, debéis ayudar con una misión de última hora. Desde el Museo del Prado nos han avisado que alguien ha borrado la autoría de este cuadro, ¿tenéis idea de quién podría ser la persona que lo pintó? Para ayudaros en vuestras pesquisas, mis amigos del Ministerio y yo, os haremos entrega de una carta donde, entre las palabras, encontréis el nombre. Pero no lo digáis en voz alta, si sabéis la respuesta escribidla en ella y entregádmela lo antes posible. Solo así, podréis continuar vuestro viaje.

Sofonisba Anguissola, Autorretrato, 1556, Museo Lancut, Polonia.

“¡Maraviglia ¡Che cosa sia questa! Sono io, Sofonisba Anguissola! Durante mi estancia en la corte tanto con Isabel de Valois, como con su sucesora, Ana de Austria, guardo muchas historias, pero sobre todo recuerdo con mucho cariño a Isabel y sus niñas, ya que fui su maestra en el arte de dibujar y hayas de las infantas. Ella me regaló esta saya que porto, como lo hacía también con otras damas… nuestra reina, siempre fue muy espléndida. Pero es verdad, este retrato es mío, en realidad el luto que lleva mi rey, se lo pinté posteriormente, a la muerte de mi reina Isabel. En origen, vestía un bohemio de terciopelo rojo y si os fijáis en sus manos, ahora porta un rosario, en señal de recuerdo de la victoria en la Batalla de Lepanto de 1571. Después de leer tantos libros de historia del arte, se perdió la pista de mi autoría a partir de 1686 y en mi lugar aparecía el nombre del pintor Juan Pantoja de la Cruz. Fui instruida en Roma -en mis primeros años de enseñanza en la pintura- por el gran maestro Miguel Ángel, gracias al apoyo que tuve de mi querido padre, Almicare Anguisola, quién me promocionó por todas las cortes europeas, hasta que consiguió que Miguel Ángel descubriera algo especial en mi manera de representar las emociones. Del retrato que más orgullosa me siento, es sin duda el de mi reina, Isabel de Valois, también atribuido a Juan Pantoja de la Cruz, y mi sello lo pongo con el naipe que porta o retratico de una miniatura de mi rey, Felipe II, un recurso muy utilizado en mis obras, un cuadro dentro de otro cuadro. Isabel reinó con mucha valentía, llegándose a enfrentarse a su madre, la mujer más poderosa del siglo XVI en Europa, Catalina de Médicis. Hoy se hace justicia, hoy vuelvo a ser la noble pintora que cautivó a reyes y reinas con sus retratos al natural, la Artista de Compañía, así me llamaban… Hoy mis cuadros podéis verlos en el Palazzio de los Ufizzi, Galería Nacional de Dublín, la Pinacoteca Nationale de Siena, el Museo del Prado… quisiera visitar todas estas instituciones…”

Felipe II. 1565, pintora Sofonisba Anguissola. Museo del Prado (no expuesto)

Leandro Fernández de Moratín y Sofonisba Anguissola entrando por la puerta del Ministerio del Tiempo.

Doctorandos de la Facultad de Filosofía Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante, Claudio Cremades, Adam Abbou y Irene Andreu.

El profesor, Rafael Zurita Aldeguer, director de la actividad, junto con los organizadores del evento, Irene Andreu, Maite Ávila, Carlos Martos, Adam Abbou, José Carlos Tenorio y Claudio Cremades, doctorandos del Departamento de Historia Contemporánea e Historia Moderna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante.

Luis Martínez López interpreta a Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760-París, 1828)

Hijo del también literato Nicolás Fernández de Moratín, tuvo una formación autodidacta, aunque en contacto con los autores que, junto su padre, formaban la élite intelectual y literaria del Madrid de Carlos III. Trabajó como empleado en un obrador de joyería, actividad que compaginó con sus primeras obras literarias. En 1787, gracias a su amistad con Jovellanos, viajó por Francia como secretario de Francisco Cabarrús -político y economista de ideas avanzadas-. Tras regresar a España, sus constantes peticiones de ayuda económica consiguieron del ministro Floridablanca un modesto beneficio y se ordenó de primera tonsura. Más tarde, y gracias a  la protección del «favorito» Manuel Godoy, obtuvo otras rentas eclesiásticas.

 Todo ello sin una vinculación real con la Iglesia, y como resultado de su insistente actividad como «suplicante». La protección de Godoy, que le permitió abandonar su antiguo oficio, se completó con la licencia para representar El viejo y la niña (1790) -un año antes había publicado su sátira en prosa La derrota de los pedantes– y una pensión para viajar por Europa entre 1792 y 1796. Frutos de estos viajes son sus sugestivos cuadernos de viaje, donde sus impresiones y comentario ponen de manifiesto unas grandes dotes de observación. Su prolongada estancia en las cortes europeas le facilitó, asimismo, el contacto con la vida teatral de Inglaterra, Francia e Italia, lo cual será fundamental para acabar de perfilar su formación como dramaturgo, ya puesta de manifiesto en la citada obra y en La comedia nueva (1792), feroz sátira del teatro mayoritario de su época y manifiesto del grupo de los reformistas. En 1796 es nombrado Secretario de la Interpretación de Lenguas, lo que le permite iniciar una etapa de prosperidad, simultánea con sus momentos de mayor creatividad teatral, que culminarán en 1806 con el estreno de El sí de las niñas. En 1799 había sido nombrado director de la Junta de Dirección y Reforma de los Teatros, constituida de acuerdo con las repetidas solicitudes del propio Moratín y de otros autores neoclásicos. Esta oportunidad de realizar una tarea reformista coherente con lo expresado en sus memoriales, cartas y, sobre todo, en La comedia nueva o El café (1792), fracasó, y su participación fue efímera.

En 1803 estrenó El barón y, al año siguiente, La mojigata, que tuvieron una aceptable acogida. Su gran éxito vendría en 1806 con El sí de las niñas, comedia que culmina su corta producción dramática original. Anteriormente había traducido a Shakespeare –Hamlet (1798)- y adaptado a la escena española La escuela de los maridos y El médico a palos, de Molière, con quien tantas veces se le ha comparado y a quien él consideraba como maestro, junto a Goldoni. La invasión napoleónica marca el inicio de una nueva etapa biográfica. Colaboró con las tropas invasores y en 1812 huyó de Madrid, donde ocupaba el cargo de bibliotecario mayor de la Biblioteca Real. Se trasladó a Valencia y de allí a Barcelona hasta finalizar la guerra. A pesar de que no se le condenara, sus temores le impulsaron a abandonar España en 1817. Residió después en Montpellier, París y Bolonia, junto a grupos de españoles exiliados. La restauración de la Constitución en 1820 le permitió regresar a Barcelona, pero una epidemia le obligó a marcharse a Bayona, y desde entonces ya no volvió a España. Los últimos años los pasó en Burdeos y París. A pesar de sus problemas de salud, completó el manuscrito de Orígenes del teatro español -publicado póstumamente (1883), y de imprescindible consulta para el conocimiento de la historia del teatro en España-, y fue recogiendo y retocando los textos para la edición parisiense de sus Obras dramáticas y líricas (1825). Esta última edición es el testamento de Moratín, junto con un extenso epistolario que refleja la soledad y tristeza de los últimos años de un individuo abatido por las circunstancias adversas. Siempre deseó una vida acomodada, tranquila y ordenada para disfrutar, como soltero vocacional, de los placeres domésticos y dedicarse a su única gran pasión, el teatro. Como asiduo espectador, crítico, estudioso y autor, Moratín fue un hombre de teatro obligado a participar en unos ámbitos que le desbordaban y a los que temía. Sólo cuando las circunstancias económicas y políticas le fueron favorables, cuando dispuso de la ansiada tranquilidad y de la capacidad para llevar a la práctica su concepción del teatro, Moratín creó una corta pero rica obra dramática donde se reflejan bastantes de sus aspiraciones e ideas y, claro está, las de muchos otros autores neoclásicos vinculados con la Ilustración.

Leandro Fernández de Moratín (1799). Pintor Goya. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid).

Moratín también cultivó con acierto la poesía lírica y fue uno de los más lúcidos reformadores del teatro, tarea que consideraba imprescindible para representar sus obras adecuadamente. Su afán reformista está ligado a su tarea como creador. Contribuye, como otros autores vinculados a la Ilustración, a crear un teatro capaz de servir de vehículo de expresión y propaganda para la misma. Pero el impulso básico que le lleva a esa actitud crítica es la necesidad que, como creador, tiene de transformar un panorama teatral cerrado a las innovaciones y características del neoclasicismo cultivado por él. Así, pues, la faceta creativa y la crítica se complementan en un autor que no sólo aportó un brillante modelo dramático -la comedia neoclásica-, sino que también reflexionó sobre el hecho teatral en unos términos vigentes durante bastantes décadas. La corta y coherente producción dramática de Moratín culmina en El sí de las niñas, donde expone el tradicional motivo del casamiento entre el viejo y la niña en unos términos ligados con las circunstancias sociales e ideológicas de su tiempo. La obra entusiasmó a un público interesado por la problemática y polémica libertad de los hijos para elegir cónyuge y que apreciaba la maestría de un autor capaz de llevar hasta el máximo de sus posibilidades a la comedia neoclásica, que seguiría ejerciendo su influencia a lo largo del siglo XIX. Su Diario y su Epistolario, de gran interés, fueron editados por R. Andioc en 1968 y 1973, respectivamente.

Juan Antonio Ríos Carratalá. [Ricardo Gullón (dir.), Diccionario de Literatura española e hispanoamericana, Madrid, Alianza, 1993.]

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